24.12.06

A la sombra de una sombrilla.

Apretó tanto el tiempo en estos últimos meses que no pude apenas ocuparme del "español" de mi hijo (dos años y medio), que crecía a la sombra de sus otras lenguas como iba pudiendo, poco o nada, torcidito y lleno de "malas hierbas". Pero al final me asomé y estaba allí todavía. Lo regué un poquito, le removí la tierra. Con mucha más paciencia de la que yo tengo con él, se fue adaptando al molde de mis preguntas y estuvimos jugando a la ka y a la te y a la erre. Satisfecho de haberle ganado una batallita al hipérbaton y otros insectos hablé después con mi amigo M. de Madrid, que me dijo que me notaba un acento extraño, como de entrenador de fútbol alemán afincado en España.
Por estas y muchas otras señales de la vida diaria voy construyendo un perfil de algo que todavía desconozco pero que va poco a poco cogiendo cuerpo allí, en su cajón de sastre.
La literatura en mi propio idioma, es decir la mía propia, me viene ahora contada, comentada en "extranjero", me lee lo que no leí, me hace ver lo que no vi, y a veces hasta me explica en otro idioma lo que creí que había entendido en el mío.
Entre todas estas sombras, muchas veces viene luz que me ayuda a pisar fuerte, y doy un par de pasos más hacia el interior del bosque.
Y así se va acercando el fin de año y será por eso que estoy como haciendo balance involuntario. Espero que mis alumnos no se enteren de lo de mi acentillo...

14.12.06

Respuesta al comentario de Ana

He puesto aquí la respuesta a un comentario de Ana Macías al post de "Los pronombres bailan", porque me parece importante, y porque hay algunos problemas técnicos con los comentarios.
El comentario de Ana:

Yo creo que con los pronombres personales, como con otros aspectos de lo que enseñas a los alumnos de español, hay que tener una cosa en cuenta: ?dificulta entender a un hablante aleman de español si utiliza mucho los pronombres? Yo creo que no, no tengo problema al escuchar que los mencionan tanto, creo que es mas importante que aprendan correctamente SER y ESTAR, sin liarles diciendo que los dos son el verbo SEIN en alemán. Ahí si que estoy en total desacuerdo, ahí si que incido, y les insisto en la diferencia entre ser (sein) y estar (sich befinden), por lo menos en el aspecto espacial de estar. Un saludo,

Ana macias


Hola Ana:
Gracias por tu comentario. Yo también creo que hay que tener en general un criterio "práctico" a la hora de enseñar. De hecho hay muchos alumnos "pragmáticos", que dicen cosas como:
"bueno, pero de todas formas me entienden aunque lo diga mal, ¿no?". Por supuesto que es primordial entender y que te entiendan, sin embargo, los "malentendidos" surgen muchas veces de los detalles que parecen a primera vista más insignificantes.
En cuanto a si la repetición de los pronombres en nominativo molesta o no, es por supuesto algo relativo. Yo puse el símil de la luz que molesta para explicar la idea, (quizá un poco exagerada, lo admito) pero lo que está claro es que estos pronombres en español no son "neutrales", es decir que llaman la atención cuando se usan (para eso están), tienen una función casi deíctica, y su uso fuera de lugar "delata" inmediatamente al que habla. Yo no digo que haya que insistir demasiado en esto en las clases, de hecho lo que escribo en este blog son cosas que me llaman la atención precisamente por lo diferentes que son en los distintos idiomas, no son siempre mis "estrategias didácticas" ni mucho menos.
En cuanto a lo que dices sobre ser y estar, también estoy de acuerdo contigo, en el sentido en que la identificación de ambos verbos con sein es una fuente de problemas. Por supuesto que sein no es siempre ser y estar, pero estar tampoco es siempre sich befinden, también es sein, combinado con indicaciones de lugar (da, hier, zuhause...) y stehen, sitzen, liegen, y qué se yo cuántos más. Y ser no es siempre sein, sino aussehen o statt finden... El problema no es tanto lo que se puedan multiplicar las posibilidades, sino lo que se pueden reducir. Y de hecho, se pueden reducir todas (?) a sein. Y en la práctica no hace falta que tú como profesora "líes" a los alumnos, sino que ellos solitos crean esta asociación, y hay que vivir con ella queramos o no.

Un saludo

David

23.11.06

La carne se hizo palabra















Las representaciones en sección del aparato fonador humano son demasiado abstractas para suscitar algún "sentimiento" ante el fenómeno que pretenden explicar. Son demasiado funcionales. Falta la carne, la sangre y las mucosas, y sobre todo, el aire. Empujando, entrando, saliendo, comprimiéndose. Doblegándose o escapando apenas de los órganos activos, acariciando los pasivos y saliendo por fin en suspiro, rugido, murmullo, beso.
Es el cuerpo que habla. Es la piel, hueso y carne que reparten el aliento, que vibran y producen. Son ellos con su forma de nadar los que organizan el aspecto de nuestros mensajes. Ellos tienen el secreto del puzzle de cada palabra, de la armonía de las vocales, de la atracción o repulsión de unas con otras letras, la clave de lo irregular, de lo que no cuadra en las reglas pero es así porque sí, porque la cabeza quisiera hablar pero no puede porque la que habla es la carne por su boca de carne.


Aquí un link para curiosos


11.11.06

La lengua del salvaje

Cuando digo salvaje me refiero, en esta ocasión, a Tarzán; el prototipo del salvaje y, quizá por eso, el más inverosímil de todos. Para poder contemplarle le equipamos con un mínimo taparrabos, que es algo así como un calzoncillo salvaje como él, y para poder entenderle, le dotamos de lenguaje, porque el que tenía sólo vale para las fieras. Ahora necesita un lenguaje de nuestra categoría pero reducido, como su propio atuendo.
No sé si el diseño de este lenguaje de Tarzán les llevó mucho tiempo a los guionistas de las películas, si se documentarían y consultarían a expertos en lingüística, o si fueron los mismos encargados del vestuario los que se ocuparon de confeccionarle al personaje un habla de emergencia con algunos jirones del idioma.
Yo nunca analicé exactamente los rasgos del lenguaje de Tarzán, y hace mucho tiempo que no veo las películas, pero ahora pienso a veces en cómo serán las versiones en los distintos idiomas en los que se ha doblado. En español yo diría que hay tres puntos fundamentales: Ausencia de conjugación, ausencia de artículos y omisión del verbo ser y estar.
Volví a pensar en ello hace una semana, cuando con un grupo de principiantes practicábamos el famoso experimento "¿Qué es esto?- esto es una mesa", y todos olvidaban sistemáticamente el verbo ser: "esto una mesa". No era la primera vez, sino que sucede casi en todos los casos, y los artículos corren una suerte parecida. Son olvidados continuamente, tanto por principiantes como por avanzados, igual que se olvidan de conjugar los verbos.
Entonces ¿somos salvajes cada vez que aprendemos un idioma? Si utilizar los artículos es un signo de "refinamiento" o "civilización", ¿por qué no nos acompaña la necesidad de usarlos cuando aprendemos uno nuevo? ¿Son los idiomas sin artículos menos civilizados?¿Por qué nos olvidamos del verbo ser en "esto mesa" si no cuesta nada decirlo?
A lo mejor es el salvaje que sigue acechando, y aprovecha nuestra inseguridad para desatarse, para evitar que le pongamos la ropa, para comerse los artículos y los verbos copulativos, para trepar por los edificios con las manos desnudas.

29.10.06

Ortografía razonable

El mundo de los signos escritos que representan sonidos es una de las cosas más complejas con las que uno se las puede encontrar en el terreno lingüístico. En un contexto "unilingual", la ortografía sólo la percibimos cuando "estorba". Esto quiere decir que la relación sonido-signo es, para la persona que sólo conoce su lengua materna, de uno a uno (1:1) salvo en los casos de incongruencia interna del idioma en si (por ejemplo letras que corresponden a más de un sonido o al revés).
El aprendizaje de un segundo idioma pone de manifiesto la relatividad de todo este nuestro "pequeño mundo", pero por lo general, no vamos más allá de experimentar un pequeño extrañamiento del tipo: "qué-curioso-cómo-pronuncian (escriben)-estos".
Una experiencia continuada con otra lengua ,o la adquisición de una tercera quizá, hace que nuestra creencia en la convención se vaya disolviendo, y la paleta de colores de nuestro propio idioma se integra poco a poco en un catálogo mucho más amplio.
Hasta el día de hoy, y desde el momento en que empezó en mi familia la aventura "trilingual", no he tenido ninguna duda de la capacidad de los humanos para adquirir dos, tres o más lenguas a la vez con naturalidad. Lo que me pregunto, ahora que estamos a las puertas del problema, es si resultará igual de fácil escribirlas, aunque ya me temo que la respuesta sea negativa.
De momento, y a falta de mayores y mejores teorías y teoremas, nos hemos puesto manos a la obra.


19.10.06

Los pronombres bailan 2

Si en una clase con principiantes alemanes yo pregunto: "¿Quién empieza?", más o menos el 90% de los alumnos responderá (si es que responden algo) : "mi". Yo me pregunto desde hace mucho por qué esto es así, por qué es más fuerte la interferencia del inglés que la de su propio idioma, y respuestas no tengo, pero me imagino cosas. A lo mejor es que tenemos una tendencia a pensar que todos los idiomas extraños comparten algo que es ajeno al nuestro, que el nuestro es, de alguna forma, "distinto" a todos los demás, o que todos los idiomas se parecen al inglés, no sé...
Sea como fuere, esto me lleva otra vez al tema del baile de los pronombres que interrumpimos antes de las vacaciones:
Cuando un pronombre es de uso facultativo (no obligatorio) quiere decir que desempeña una función significativa, o por lo menos "no automática". Esto es arriesgado decirlo, pero yo creo que un "ich" en alemán pasa mucho más desapercibido que un "yo" en español, simplemente porque aparece siempre que conjugamos un verbo en primera persona. En español sin embargo, cuando digo "yo" es por algo, y este "algo" no es fácil de transmitir al alumno.
En alemán lo explican como "Betonung" o "Hervorhebung", o sea "acento" o "énfasis", cuando queremos enfatizar o resaltar la persona del sujeto. Pero esta idea no basta, no cala en los alumnos porque en realidad nadie sabe a ciencia cierta lo que significa en este caso "énfasis" o "acento", igual que no saben lo que quiere decir "descripción" cuando intentamos explicar el pretérito imperfecto.
Una idea para empezar con buen pie (porque el baile de los pronombres tiene muchos palos) y con algo más concreto puede ser la de usar "yo" cuando queremos diferenciarnos de otro o de otros. Es decir, cuando la información no está centrada sólo en mí, sino que fluctúa de una persona a otra, se trata de mí con respecto a tí, tú una cosa pero yo otra, primero tú y luego yo, tú sí y en cambio yo no, etc. Es decir, que el pronombre es como un foco que ilumina el sujeto en cuestión, cuando la información fluctúa, se mueve. Por eso me lo imagino últimamente como una luz. Si me dirijo a alguien diciendo "", es como enfocarle con una linterna para atraer la atención sobre él, pero claro, la luz llega a molestar como molesta el "y tú tal porque tú cual, que tú esto, y tú aquello, y tú lo otro, y tú..." cuando hablamos a la misma persona. Del mismo modo, resulta ridículo, egocéntrico y exagerado cuando hablamos de nosotros diciendo : "yo tal y yo cual y yo esto y yo aquello y yo y yo y yo...", como si estuviéramos debajo de un foco y encima de un escenario.
Como ejemplo valga esta muestra del "Schlager" español más profundo. Lo mejor es escucharlo con ese "yo" a la argentina que le da Raphael : "Scho"

Como yo te amo, como yo te amo
convéncete, convéncete nadie te amará
Como yo te amo, como yo te amo
olvídate, olvídate nadie te amará,
nadie porque:
Yo te amo con la fuerza de los mares
Yo, te amo con el ímpetu del viento
Yo, te amo en la distancia y en el tiempo
Yo, te amo con mi alma y con mi sangre
Yo, te amo como el niño a su mañana
Yo, te amo como el hombre a su recuerdo
Yo, te amo a puro grito y en silencio
Yo, te amo de una forma sobrehumana
Yo, te amo en la alegría y en el llanto
Yo, te amo en el peligro y en la calma
Yo, te amo cuando gritas cuando callas
Yo, te amo tanto yo, te amo tanto yo….

10.10.06

Pan blanco y barreras.

Pan blanco y barreras arquitectónicas. Eso diría si me preguntaran qué encontré esta vez en mi país que no me gustara.
Hay una misteriosa contradicción entre esa colección de obstáculos que, por lo general, constituyen una agrupación urbana en España, y la naturaleza frágil, inconsistente de los materiales y la arquitectura. De aceras están dotadas las calles más notables, si no no existen, o son de dimensiones simbólicas.
Si te mueves, es casi imposible describir una línea recta, y aún más mantenerse en un solo nivel. En cambio si te quedas quieto y observas, Los espacios parecen mucho más accesibles que en otros paisajes. Muros que no separan, puertas que no cierran, ventanas que revelan salones, pasillos, medios dormitorios. No solo para el ojo, también para el oído: la tele, la risa, la bronca, que te subas, que si te bajas.
La brisa que te toca entra un momento después en un cajón del salón del cuarto piso, en la vida de otro.
En otros parajes son más fáciles los pasos, las subidas, las bajadas. Apoyarse con seguridad en un muro infranqueable, o llegar sin ningún obstáculo hasta una puerta que nunca se abrirá.

22.9.06

...y pausa

Dos semanas de vacaciones, que significa que no habrá nada nuevo hasta por lo menos el 6 o 7 de Octubre.
También quería comentar que he incluido un nuevo link en la lista que se llama "Electra". Es una página bien interesante de aprendizaje del español, donde han hecho una presentación muy bonita de mis blogs. Os animo a visitarlo.

¡Estaba lleno!

Hace unos meses leí el libro "Nieve" de Orhan Pamuk, uno de los autores turcos más importantes. La leí en español, porque me faltan todavía unos veranos para poder leer en original algo de ese calibre. Me impresionaron muchas cosas, pero un parrafo me llamó la atención especialmente, y no por su contenido, sino por su construcción, o redacción, como se lo quiera llamar. Es uno de esos párrafos, en los que de repente te das cuenta de que es una traducción lo que estás leyendo. Un poco como cuando en el cine, en medio de una película fantástica, alguien tose, o se te duerme una pierna o algo así, y te sacan del ensueño para recordarte que eso no es más que una película. Y esto no es en absoluto una crítica a la traducción; me imaginé, no sólo al traductor sudoroso y luchando con el parrafo durante semanas, sino al propio idioma español, contra las cuerdas e intentando sobrevivir al asalto en el que su contrincante golpeaba furioso con los puños llenos de converbios. (Todavía no sé cómo definir correctamente los converbios, pero así a lo bruto, se trata de construcciones verbales que en turco expresan frases subordinadas).
Preguntando a expertos, me enteré de que el lenguaje de Pamuk es de por sí bastante complejo, es decir, que el párrafo es ya, en su propio idioma, complicado. Sin embargo esto no me consoló, porque no me imagino a ningún autor en español escribiéndo un párrafo así, por muy complejo que sea su estilo. Es decir, que me encontraba delante de seis líneas con cinco "qués" contándome en el estilo más engorroso que imaginarse pueda, un mensaje que en su estado original resulta, seguramente, hasta poético.
Y también seguramente, esta distorsión se debe al afán (totalmente lícito) del traductor por ceñirse al original. Una opción más estética o literariamente "bella" se habría alejado demasiado, resultaría de seguro inaceptable... A mi me da para reflexionar bastante, sin llegar de momento a conclusiones. Voy a poner aquí los párrafos para que el que quiera los lea. Y que conste que el libro es altamente recomendable.


En español:

" O sea, según la propia expresión del comandante, que se jubiló anticipadamente tres años después y que, mientras le visitaba en su casa de Ankara, al señalarle sorprendido los libros de Agatha Christie que llenaban sus estanterías reconoció que lo que más le gustaba de ellos eran los títulos, "¡el cargador estaba lleno!".

En turco:

"Yani, üç yıl sonra erken emekli edilen ve Ankara`daki evinde görüşürken raflardaki Agatha Christie`leri işaret etmem, üzerine bana kitapların özellikle adlarını çok beğendini söyleyen binbaşının ifadesiyle '' şarjör doluydu!''

9.9.06

Los pronombres bailan

Una de las primeras cosas extrañas que un alemán o un inglés, por ejemplo, aprenden del español, es que se puede hablar sin pronombres personales (yo, tú, él... etc.). El profesor nativo explica, casi siempre con un cierto toque de orgullo, que en este idioma los verbos son capaces de expresar por si mismos de qué persona gramatical se trata, sin tener que ponerle siempre delante el pronombre correspondiente, ya que existe una terminación diferente para cada una. Yo reconozco que me gusta esta cualidad del español, y que, aunque poco a poco me he acostumbrado a usar continuamente los pronombres en alemán, me sigue pareciendo incómodo y muchas veces antiestético, por no decir feo. Claro que, la situación del alemán en este ámbito es especialmente difícil: un inglés puede argumentar que él conjuga por delante en vez de por detrás, y que los pronombres son una especie de terminaciones personales al revés. El alemán en cambio tiene que conjugar en ambas direcciones, es decir usar los pronombres siempre y después conjugar el verbo. Una mala pasada de la gramática.
Así pues, se puede decir que los pronombres personales (con función de sujeto) son en español "facultativos", y con esto empieza el baile. Y los pronombres son los pies de la pareja del alumno. Los pisan, tropiezan con ellos, los pierden de vista, los miran demasiado o los ignoran, pero casi nunca se dejan llevar por el ritmo (claro, es fácil decir "déjate llevar" cuando conoces el compás de la canción).
La explicación teórica que ofrecen los manuales a los estudiantes es que los pronombres en español tienen una función "enfática", es decir que acentúan, remarcan, insisten, resaltan. Esto en la práctica no ayuda mucho, y la mayoría los sigue usando como si hablara en su idioma, u optan por eliminarlos completamente, lo cual también resulta antinatural.
Yo estoy convencido de que la dificultad de aprender a utilizar los pronombres con naturalidad tiene no sólo dificultades "gramaticales". Con este término me refiero a las dificultades típicas que se encuentran al aprender nuevas reglas que son en mayor o menor medida distintas al las del idioma materno; en el caso del alumno alemán por ejemplo, el hecho de la obligatoriedad de los pronombres nominativos, la inversión total (en la mayoría de los casos) del orden de los pronombres en la frase, o la declinación de los pronombres, tan ambigua en ambos idiomas para los hablantes de a pié. Todo esto crea sin duda grandes dificultades, pero para mí, pedirle a un alemán que hable sin pronombres es como pedirle a un hispanohablante que hable sin "ques". Es quitarle la llave de la puerta de su casa. El pobre tipo andará desesperado hasta que se dé cuenta de que la solución es dejarse la puerta abierta.

22.8.06

Las cosas como son... (II) "la opción cero"

Ya comenté que había leído que los idiomas no se diferencian en lo que son capaces o no de expresar, sino en aquello que están "obligados" a expresar, en lo que ya no es facultativo sino obligatorio. Estas pequeñas (o grandes) obligaciones que un idioma impone al hablante constituyen su "peculiaridad", conforman básicamente los "rasgos de la personalidad" de esa lengua.
Así, la dualidad ser/estar es un rasgo peculiar del español, porque en la mayoría (?) de los idiomas no existe. El español es, en este tema, más "detallado", más "complejo", o simplemente más "complicado" o "engorroso" según se califique el fenómeno positiva o negativamente.
Aparte de los juicios, lo que sí es cierto es que el español se sitúa en un "extremo de la tabla", con sus "como mínimo" dos opciones para este verbo, que es el verbo de los verbos, se podría decir. Le siguen en la clasificación el inglés y el alemán por ejemplo, con su "como mínimo" una opción, y más arriba (o abajo) el ruso y el turco por ejemplo, con sus "como mínimo" cero opciones. Resalto el "como mínimo" porque ahí está el quid de la cuestión, en el límite por debajo, no por encima, en el "mínimo común denominador", si es que es válida la comparación con las matemáticas. Se trata de lo "económico" que puede llegar a ser un idioma.

Con ejemplos:

1. Pepe es cartero. Está en casa.
2. John is postman. He is at home.
3. Klaus ist Briefträger. Er ist zuhause.
4. Ali postacı. Evde.


En 1 (español) usamos "es" para definir a Pepe mediante su profesión (tiempos aquellos en que uno se definía mediante su oficio... quizá se esté quedando el español anticuado en este campo...), y "está" para situarle o localizarle en el espacio.
En 2 y 3 ( inglés y alemán) se usa el mismo verbo para ambas frases.
En 4 ( turco) no existe verbo explícito en ninguna de las dos frases, y esto es posible porque se otorga valor "cero" al verbo de los verbos, es decir: la ausencia de verbo = verbo ser, y estar para localizar en el espacio se expresa declinando la palabra ("ev", "casa") en su caso locativo. La tercera persona es especialmente "económica" en turco, porque ella misma es la "opción cero" de las desinencias de persona en la conjugación, es decir: ausencia de terminación personal = tercera persona. Si se trata de otra persona, p.e. "yo soy cartero", la palabra "cartero" recibe la desinencia de primera persona singular: " ben postacıyım" ¿Se puede ser más económico?
Pues seguramente sí, aunque es difícil, igual que se puede ser más complejo que en el español en el otro extremo. Yo desconozco otras opciones más o menos complicadas, pero seguro que las hay.

6.8.06

Las cosas como son...

Muchas veces ocurre en el idioma que una misma "herramienta" tiene distintas funciones o aplicaciones. Pasa con el aspecto de los verbos (perfecto/imperfecto) y con el modo (indicativo/subjuntivo), pasa con las preposiciones, con ser y estar y con muchas otras cosas, aunque estos cuatro se han convertido en las cuatro "grandes dicotomías" del español, esos momentos terribles en los que hay que decidir ¿trabajé o trabajaba?, ¿voy o vaya?, ¿por o para?, ¿es o está?. Lo difícil no es que haya dos opciones donde antes había una, sino que casi nunca hay un solo criterio para cada una de ellas, algo sencillo como : " si hace sol me llevo la sombrilla, y si llueve me llevo el paraguas". Se trata en cambio de elegir teniendo en cuenta varios criterios a la vez.
Esto no es solamente difícil de aprender, sino también de enseñar, porque para los hablantes nativos no existen tales dicotomías. Esta situación es un efecto de enfrentarse al lenguaje desde fuera, desde otro lenguaje. Un nativo nunca considera ser en oposición a estar. Por lo menos, yo no recuerdo nunca haber sentido esto, ni tampoco que en las clases de lengua se plantearan ejercicios de este tipo. Yo tengo más bien la sensación de que para los hispanohablantes ser y estar son dos verbos desde el principio totalmente diferentes, que no tienen mucho más que ver entre sí que correr y andar, o comer y beber por ejemplo (esto lo digo bajito porque no estoy totalmente seguro. Si alguien piensa otra cosa que lo diga).
Así, los nativos que intentamos enseñar español, vamos aprendiendo a verlo de esta manera, intentando dar con las claves mágicas de la elección correcta. Y muchas veces se encuentra uno con que las ideas más difundidas no son precisamente las mejores, lo cual nos dificulta aún más el trabajo. Una de estas ideas es la de asociar estar con cualidades pasajeras o cambiantes del sujeto, y ser con las cualidades permanentes, lo cual lleva en clase a la típica situación de "pero esto puede cambiar y se dice con ser" o "esto no cambia y se dice con estar". No es que la idea sea falsa, sino que entran en conflicto distintos conceptos, y a veces se imponen unos y a veces otros.
Bastante más acertado es decir que ser es un verbo para "definir", aunque para ser exactos habría primero que definir qué es una definición, y aceptar que hay cosas cuya definición es precisamente estar aquí o allá. El típico ejemplo de esto es: "si Hamburgo está en Alemania siempre, ¿por qué se dice que "está"?" Esto puede explicarse como una (enorme) excepción a la regla "cualidades permanentes con ser", o como un concepto más que se esconde tras el verbo estar, y es su atracción irresistible por el espacio, por "poner" las cosas en su lugar, por describir la "situación" de las cosas.
La misma crítica podría hacérsele a ser, por tener el monopolio del tiempo, la menos permanente de las cosas que existen.
¿Por qué son las siete, si antes de que acabe de decirlo ya no lo son?. Hoy es viernes, es cuatro de agosto, es de día, es de noche... ¿Se trata de otra enorme excepción, o será que ser tiene una irresistible atracción por el tiempo?
Es espeso el bosque de las excepciones. ¿Por qué somos amigos? ¿Es que es eterna la amistad?¿Por qué estamos casados? ¿No debería durar para siempre?¿Por qué algo está roto aunque no tenga arreglo?¿Por qué alguien está muerto?
Todas estas contradicciones se entienden mejor bajo el concepto de definición. Los lazos de amistad nos definen, igual que los de sangre quizá, somos amigos igual que somos hermanos. Las cosas están rotas y las personas están muertas, porque esas cualidades no pertenecen generalmente a su definición.
Por este camino se puede quizá llegar a la idea de que ser define y estar describe, pero esto no significa que ser no pueda describir. Ser describe las cosas en su "esencia", describe las cualidades que definen la "idea" o el "concepto" que tenemos de algo. Crea una especie de "ficha" esencial. Así, decimos que hemos conocido a Ingrid, que es alemana, rubia, alta, gordita, simpática, luterana y conductora de autobuses, porque son las cosas que yo apunto en su "ficha", independientemente de las circunstancias o el contexto en que la he conocido. Cuanto más entran en el juego de mi descripción el momento y las circunstancias concretas de mi encuentro, más utilizo el verbo estar, y diré que en ese momento estaba cansada, enferma, de buen humor, sentada o de pié, hablando con una amiga, nerviosa o deseando irse a su casa.
Esta separación entre lo que el español considera la "esencia" y la "circunstancia" de las cosas no es tan radical como para evitar que muchos adjetivos transiten de una a otra categoría, creando un "juego lingüístico" que los nativos dominan a la perfección, pero que a los aprendices de ELE les cuesta mucho hacer suyo.
(Termino aquí de momento aunque no me gusta este final tan pesimista...)

27.7.06

Clases para adultos

Yo no tengo la culpa de tener más de seis años. De que se me hayan juntado o separado los hemisferios cerebrales, ni de tener la cabeza ya tan llena de signos, palabras y de tantas cosas que sé y que ocupan lugar (y mucho). En cierto modo tampoco de pensar que a veces es mejor callar que hablar, ni de encontrar vacías o distorsionadas la mayoría de las palabras que oigo.
Tengo la culpa de encontrar aburrido lo que en realidad es divertido. Tengo la culpa de no consentir equivocarme, de no encontrar placer en expresarme, de carecer de iniciativa y de imaginación, de no fascinarme cuando el mundo se me revela en otros códigos, de no lanzarme a la aventura de conquistar las palabras, de aplastarme en el sofá de mi propio idioma, de hacer las cosas por obligación, de querer aprender sin dejar de ser el que soy, de no disfrutar las palabras, saborearlas, gritarlas, cantarlas, repetirlas, de no saltar de alegría cada vez que me entienden...
De lamentar no poder aprender una lengua como lo hacen los niños sin intentar siquiera un poco comportarme como ellos.

18.6.06

El futuro es cuestión de tiempo (I)

Está claro que el asunto del aspecto verbal de los verbos en pasado es en español uno de los temas más difíciles para los aprendices, y en consecuencia nos entregamos (profesores y alumnos) a enseñarlo y aprenderlo con la seguridad de que vamos a librar una batalla bien concreta y bien dura. Esta "conciencia" que tenemos del pasado gramatical como "problema" nos suele faltar cuando abordamos el tema del futuro, y es curioso, porque también es bastante complejo e igualmente rico en "aspecto" y que, al igual que el pasado, nos obliga a elegir entre diferentes formas verbales para expresarnos con el "color" adecuado.
A primera vista resulta llamativo que el tiempo propiamente llamado "futuro", sea el menos utilizado cuando hablamos del futuro, al menos en el habla coloquial. Dejando aparte el factor "lenguaje escrito - lenguaje hablado", que también tiene un papel importante en este caso, yo me imagino una linea que progresa en dirección a algo que podría ser la "incertidumbre" (pero también otras cosas), sobre la que se sitúan ordenados de menos a más (inciertos):

"trabajo"____ "voy a trabajar"____"trabajaré"

Es decir, que solemos expresar el futuro con estas tres formas según la carga de certidumbre o seguridad que la información tenga o queramos trasmitir. Esto desde luego es aun una descripción bastante incompleta y cargada de excepciones, y seguramente no es aplicable a todos los países y regiones donde se habla castellano, pero a mi me parece más útil que las que he encontrado hasta ahora en los libros de texto. Claro que en los libros de texto no se aborda el concepto general, sino la forma concreta "voy a trabajar" por ejemplo. Y se le da un nombre que suele ser "futuro próximo" (de la nomenclatura confusa ya me quejé en un post anterior). Si yo fuera aprendiz de español, seguramente después de aprender este "futuro próximo", identificaría automáticamente el futuro de indicativo ("trabajaré") que me enseñarían un tiempo después, como "futuro lejano", y así estaría ya aprendiendo conceptos equivocados. A lo mejor el problema es mío por interpretar este "próximo" como cercano en el tiempo, lo cual es claramente erróneo, porque hay demasiadas excepciones que invalidan esta teoría. A lo mejor quieren decir "próximo" en sentido figurado, en el sentido de seguro, cierto, casi real, casi "palpable", convincente...
Esta "línea de la incertidumbre" no termina ahí, sino que continúa, igual que continúa la lista de tiempos que usamos para expresar acciones en el futuro, si bien yo la dibujaría a partir de aquí con trazos discontinuos,
porque a partir de aquí la acción se desdibuja progresivamente hasta casi "esfumarse". Así pues:

"trabajo"____"voy a trabajar"____ "trabajaré" _ _"trabajaría"_ _ "trabaje"_ _ "trabajara"

5.6.06

Hablamos lo que somos

Nos vamos de viaje y llevamos en la maleta todo lo necesario para sentirnos como en casa. En la habitación del hotel no hay persianas, ¿cómo puede dormir aquí la gente con esta luz? Después de la ducha queremos usar el secador de pelo, pero la corriente es a 125 V. Hemos traído zapatos de verano, pero aquí no hay aceras y la calle es un barrizal. El paraguas no se puede usar porque hace mucho viento. No hay cobertura para el teléfono móvil... ¿es que aquí la gente no duerme, no se seca el pelo, van de barro hasta las rodillas, se calan bajo la lluvia, no se comunican?
No cabe duda, hay que replantearse la maleta, pero es la que tenemos, no hay otra. Hay que vivir con esta maleta incoherente, llena de cosas inútiles en el nuevo contexto. Los hay (los menos) que desde el primer día la cierran tal cual y la guardan en el fondo del armario. Los demás (la mayoría) luchan un tiempo más o menos largo por seguir utilizando de alguna forma sus chismes favoritos:
Cortan el cable del secador y se hacen una alargadera para la lámpara y poder así leer en la cama, utilizan el paraguas como sombrilla y no salen de casa sin el móvil, aunque sólo un milagro podría hacerlo sonar y lo saben, pero lo llevan.
Los niños no hacen la maleta, y si la hacen echan sus juguetes. Los juguetes siempre se pueden usar en casi cualquier sitio.
Nuestra dependencia de las cosas es pequeña en comparación con la de las palabras. Nuestras cosas, nuestras palabras.
Usar nuestro secador con 100 voltios de diferencia o usar el paraguas como sombrilla se llama "interferencia", y a veces funciona y a veces no. En la práctica funciona poco.
Cuando veo anuncios del tipo "aprenda idiomas sin esfuerzo y sin gramática, espontáneamente, como los niños" y cosas por el estilo, yo me pregunto cuántos alumnos son capaces de comportarse conscientemente como los niños, y sobre todo, qué hacen con la maleta.

11.5.06

Somos lo que hablamos

Cuando tengo que sustituir a mi compañera I. en la escuela y le pregunto por el grupo en cuestión, ella me hace un perfil psicológico de los alumnos, más o menos detallado según el tiempo del que dispongamos. Al principio esto me desconcertaba porque yo esperaba informaciones concretas y "prácticas", algo como "la última vez hicimos..." o "tienen que repasar esto", en fin, cosas que me permitieran enfrentarme a un grupo desconocido armado con las fotocopias adecuadas. En mi ceguera de principiante, no sabía apreciar el valor de la información que ella me daba, cosas del tipo: "esta chica es la que da equilibrio al grupo", o "este parece que sabe mucho pero en el fondo no hace dos frases seguidas bien", "esta otra no soporta que la corrijas" y así por el estilo.
Cuando se gana experiencia va uno dándose cuenta de la cantidad de batallas que, en la clase de lengua extranjera, se libran en el terreno personal, tanto a nivel individual como de grupo, porque para separar a una persona de "su" lenguaje haría falta algo mucho más afilado que el escalpelo de un cirujano. Aquí viene al caso una frase de "Sinnliche Gewissheit" de Robert Menasse, en que dice algo como que la gente va a la escuela de idiomas a aprender en otra lengua a no tener nada que decir (experiencias de esto tienen casi a diario todos los profesores que conozco).Y es que uno sigue siendo el mismo igual el idioma al que se vaya ( y a lo mejor es en el fondo un fuerte deseo de ser otro lo que nos anima a aprender un nuevo idioma). Ya en la primera clase, en la que uno reparte palabras como si fueran caramelos, alguien con las dotes psicológicas de mi compañera I., puede leer en la forma en que los alumnos reciben, desenvuelven y se echan a la boca el dulce significante, con qué tipo de personas se las va a tener que ver en adelante, y de qué forma y en qué dosis tendrá que repartir en lo sucesivo la información, para que esta siga el mayor tiempo posible siendo dulce.

27.4.06

Ser más o menos "cosa"

Una fuente importante de extrañamiento para el aprendiz de español es tener que elegir entre la triada de verbos "haber", "estar" y "ser". Aquí no se trata de que el español ofrezca tres "posibilidades" donde otros ofrecen una, sino que plantea una opción triple que hay que tomar. En alemán, por ejemplo, hay varias posibilidades para traducir estos tres verbos, pero se pueden expresar todos con el mismo, cosa que no sucede en castellano (un ejemplo de lo "contrario" lo tenemos en el uso de la preposición "en". Sobre este tema ya hay un post antiguo: "las cosas en su sitio").
La necesidad de tomar esta opción "martiriza" largo tiempo a los principiantes, incluso cuando dejan de serlo, y a veces (casi siempre) les acompaña durante años.
La opción "haber"-"estar" no resulta en la práctica tan problemática, porque está sujeta a reglas fijas que se pueden aprender de memoria, pero uno no habla siempre pensando en las reglas, y a mí me parece que hay una zona "turbia" entre el "hay" y el "está" donde los nativos también cometen "fallos", es decir, rompen la regla, porque hay otros factores detrás de la elección que no son los típicos, los que enseñan los libros de gramática.
A mi se me aparecen en los últimos tiempos estos verbos como en una escala ascendente (o descendente) según el grado de "cosidad" de las palabras a las que se aplican, en la cual "hay" ocupa el escalón más bajo. Así pues, aplicamos "hay" a una cosa "indeterminada o acompañada de indicaciones de cantidad o número" como dicen los manuales, pero por otro lado también "despersonalizada", "cosificada" o considerada en cuanto a su cantidad o por así decirlo, "al sitio que ocupa" o "lo que abulta", carece incluso del derecho de afectar al verbo, que se mantiene inflexible, defectivo, ni siquiera es sujeto de la oración.
Aplicar "está" a una cosa supone subir de categoría. La cosa es aquí menos "cosa", está diferenciada, determinada, reconocida entre la multitud. "Está" no admite números ni cantidades, porque aquí la cosa es un "individuo". Y aquí me parece que es importante el concepto de "humanidad", porque cuando se habla de individuos humanos se rompe muchas veces la regla, y a menudo escuchamos o decimos : "oye, ahí esta una mujer que dice que te conoce", o "en esta foto están tres amigos de tu padre". Parece que cuanto más "enfocada" está la persona o personas, la regla de los números o de la cantidad se hace más débil.
Y un escalón más arriba, ya casi en el aire y desprovistas de la gravedad de los objetos terrenales, habitan las cosas ligadas al verbo "ser", en su categoría definitoria, abstracta, atemporal a veces, fuera casi siempre del "aquí" y el "ahora".

18.4.06

Hablar en colores

Hoy me traje del trabajo la sensación de que en las clases se habla en blanco y negro.
Y la cosa empezó porque me molestaba más que de costumbre no encontrar la traducción convincente de algunas palabras, palabras por lo general de lo más normal y corriente, pero que se resisten a ser envueltas en letras ajenas. No hay que irse siempre a los temas más escabrosos de la gramática para encontrar esos ejemplos donde la lengua se hace más suya, peculiar e intraducible. Y luego, a veces, un compañero establece la conexión de la forma más natural y sin esfuerzo, y en las veces mejores se crea entre varios compañeros un miniforo lingüístico (en esos minutos escasos que hay para rozarse con los colegas y que la escuela no paga) en el que cada uno aporta su comentario, su recuerdo, su frase hecha, su matiz y la palabra en cuestión se revela para todos más viva, más llena, y yo diría en definitiva que "en color", porque uno aprende la lengua materna "en colores", en los materiales del mundo y de la vida, de las situaciones y las emociones, en cuentos, en voces y en historias. Palabras con historias detrás, o delante. Y luego está el color en el uso, que incluso tiene término lingüístico, "coloración" o "tono", "Färbung", "Tönung" o cosas así, y que asoma en el modo y el aspecto, y en el romper las reglas, y en los pronombres que tanto me irritan, y en los diminutivos, y quizá hasta en el uso del silencio y de tantas otras cosas.

1.4.06

Estático y dinámico

En un manual de lingüística encontré algo que me llamó la atención, quizá porque no es muy habitual encontrar en libros "científicos" cosas que de repente nos conecten con la vida cotidiana, al menos a aquellos para los que la propia ciencia no es precisamente cosa de todos los días, o no somos capaces de ver fácilmente los puentes entre las leyes fundamentales y nuestros afanes diarios.
Perdón por la traducción y la transcripción del texto sin permiso:

"(...) los actos humanos se llevan a cabo según dos tipos de máximas, a saber, las estáticas y las dinámicas. Las máximas estáticas tienen mayormente un efecto "conservador" (historicidad), y las dinámicas provocan casi siempre el cambio (creatividad). El habla también es un acto- Máximas estáticas en relación al lenguaje serían por ejemplo:

"habla de forma que te entiendan los demás"
"habla de modo que no llames demasiado la atención"
"habla como aquellos del grupo al que perteneces"

Máximas dinámicas serían en cambio:

"habla de forma tan expresiva que los demás te presten atención"
"habla de modo original"
"habla según la última moda"
"habla de forma que parezcas inteligente"
"habla de tal modo que no te cueste más esfuerzo del estrictamente necesario"."

Pues lo que me llamó la atención fue, por un lado, que la mayoría de las máximas por las que se rige nuestro lenguaje sean tan decepcionantes, salvando, del grupo estático, la de "habla para que te entiendan", y del creativo "habla con el mínimo esfuerzo". Y por otro lado, que la máxima del mínimo esfuerzo se incluya dentro del grupo de máximas dinámicas o creativas, porque así espontáneamente, a mi me parece una directriz "conservadora" en tanto que se trata, supongo, de conservar energía durante el acto comunicativo. Después de pensarlo dos veces (que tampoco es mucho), me pareció que el lenguaje rara vez es económico en cuanto a energía, por lo menos el nuestro, y que realmente es un acto "dinámico" y con rasgos creativos el hecho de comunicar de la forma más económica posible.
Pensándolo tres veces, pienso que a lo mejor no se trata del acto puramente lingüístico, sino más general:
Habla de forma que te entiendan para "conservar" tus intereses, habla sin llamar la atención para "conservar" el pellejo, habla como los de tu grupo para "conservar" tu posición social... Sin embargo, la máxima del mínimo esfuerzo me sigue brillando entre todas con una especie de luz propia y no la metería en el mismo saco que el resto. Y creo que no la limitaría a un individuo en una situación determinada, sino más bien la usaría para observar a su luz los mecanismos generales de nuestra propia lengua.

20.3.06

Pequeños dolores

Esa "cosificación" del idioma que es a veces resultado del análisis, del mirar desde fuera o como se quiera, hace que aparezca en mi percepción del español un cierto "ruido" que antes no escuchaba, y no creo que sea totalmente paranoica la apreciación, porque a veces he recibido de los alumnos comentarios parecidos. No todos los "ruidos" son iguales, claro. Algunos son seguramente exagerados y provocados por el roce continuo y un poco antinatural que uno tiene con el idioma por tener que explicarlo a otros a menudo, y que me lleva a encariñarme o enemistarme tontamente con determinados tiempos verbales, preposiciones, conjunciones y cosas así. Pero aparte de eso, para oídos inocentes no es raro tener a veces la impresión de que el español es una sucesión de "ques" con palabras en medio, o que a todos los verbos les ha salido un grano en forma de pronombre, por ejemplo. Estas son dos de las cosas que cada vez me parecen menos elegantes del español.
Nuestra pasión por el "que" llega a veces a convertirlo en el elemento conductor del discurso en nuestro habla coloquial, y esa necesidad continua de pronominalizar los verbos hace que apenas podamos leer dos líneas sin tropezarnos con uno o varios "se" o sus otros compinches. ¿Que uno puede acostumbrarse? Pues sí. A todo se acostumbra uno. ¿Que todos los idiomas tienen sus defectillos? Seguro, pero unos más que otros y cada uno en un sitio diferente. ¿Que para qué lamentarse por lo que no puede cambiar? Eso sí que duele.

16.3.06

Nieve

La nieve cubrió completamente las calles, incluso la calzada. Se fue formando una capa más o menos sólida con la nieve aplastada sobre la que circulábamos tanto los vehículos como las personas. Como esto resulta bastante peligroso, poco a poco fueron dibujándose en el blanco estrechos caminos que iban escarbando los funcionarios o los mismos vecinos. Caminos estrechos y "básicos", porque se trata de ofrecer unos "servicios mínimos" y de que la gente no se descalabre. Y andando por estos caminillos que todos nos apresuramos a utilizar, me preguntaba yo que a cuántos otros caminos alternativos estaba renunciando cada uno de los peatones del barrio. Yo echaba de menos varios tramos para mí habituales, y no sabía si achacarlo al puro azar o a que yo tengo un concepto un poco extraviado de la economía de los pasos. Y también se me presentaba todo el asunto como una metáfora simplona pero acertada de cómo aprende uno una lengua extraña, y me preguntaba cómo llevo yo a los alumnos por los caminos del habla, especialmente en esos días nevados que son más bien largos meses, si son realmente caminos económicos los que les preparo, dando paletadas cargadas de palabras "superfluas", "inoportunas", "irregulares", "innecesarias" etc. si es que las hay. Hoy hablaba con un compañero de trabajo de los efectos secundarios de ser profesor de idiomas, y entre muchas cosas, me contaba cómo disfruta cuando, leyendo buena literatura en su lengua materna, encuentra palabras que había olvidado que existían, y pensaba yo que seguramente en uno de esos golpes selectivos de pala habrían quedado apartadas del camino. Y sigue nevando. Sobre mí, sobre la pala, sobre el camino.

5.3.06

Sujeto-complementos-verbo

En estas vacaciones en Madrid me propuse aguzar el oído para, después de una pausa de muchos meses, dejarme sorprender por mi propio idioma y en lo posible descubrir cosas nuevas. Al final pudo más lo emocional que lo científico, pero sí que tuve un par de momentos que me plantearon nuevas preguntas, como por ejemplo, la fama que tienen los españoles de abandonar las frases a la mitad, o en todo caso incompletas.
Debe haber una razón para que me fijara en esto y no en otros tópicos, como "los españoles hablan muy deprisa", o "se comen el final de las palabras", etc. Lo de la velocidad no lo niego, pero sigo creyendo que en cualquier idioma se habla igual de rápido cuando se presta la ocasión, y que en los idiomas que conozco todo el mundo se come letras, terminaciones y principios de palabras (exceptuando quizá el turco en cierto sentido). Pero lo de dejar la frase a medias... en estos momentos no podría negar que fuera un vicio mucho más extendido en los hispanos que en otros.
Mi hija (de 3 años) ha mejorado notablemente su español en estas dos semanas, pero sigue teniendo una fuerte tendencia a colocar los verbos al final de la frase. Esto es bastante lógico si se piensa que en sus otros idiomas este orden de elementos es frecuente (alemán) o incluso la norma (turco), pero a mí me dio pie a pensar si la posibilidad de utilizar al principio de la frase los verbos, y al llevar estos muchas veces el "peso" comunicativo, no nos provoca esa pereza de no terminar, igual que nos apetece menos ver una película de la que ya conocemos el final. Tanto si hay en esto algo cierto o no, creo que esta preferencia por una estructura u otra, dice mucho de la psicología de los idiomas, y voy a dejar la puerta abierta, a ver si encuentro (o me dan) alguna nueva revelación al respecto.

9.2.06

Nomenclatura didactica...

Una de las cosas que estorban al enseñar y aprender español (en otros idiomas quizá también), son los términos gramaticales, y es normal, porque es un asunto complejo, que no sólo va cambiando, sino que es bastante controvertido. Mi contacto con la lingüística en la universidad fue breve e irregular, pero me bastó para ver que cuanto más sube el nivel del análisis, más relativos se vuelven los conceptos y los términos, como supongo que sucede en todas las ciencias.
Alguien dirá, y con razón, que no hace falta llegar al salto cuántico para enseñar un idioma. Incluso existen desde hace mucho ya, los sistemas de aprendizaje que prescinden totalmente de la explicación gramatical, pero en el contexto que yo conozco se utilizan a menudo los términos gramaticales, porque aparecen en los libros, los usan los alumnos y los usan los profesores. En los libros, como está escrito, la cosa parece seria y verosímil. Sobre todo los alumnos tienden a agarrarse la palabra impresa como si fuera la biblia, aunque muy pocos tienen claro lo que es un sustantivo, un adjetivo o un adverbio, por lo menos lo que por esos términos se entiende en el contexto "escolar", que es al fin y al cabo el nivel de gramática que tienen (o deberían) los alumnos en un 99%. En fin, que entre unos y otros se reúnen las condiciones óptimas para crear el mayor batiburrillo gramatical imaginable.
Un término no es más que eso, el nombre de algo, y no podemos esperar que por si solo explique lo que nombra, pero lo malo es que muchas veces conducen a errores y a falsas asociaciones. A mí de momento me bastaría con que "rebautizaran" por ejemplo el pretérito indefinido. Yo ya lo estudié en la escuela hace la tira de años como "pretérito perfecto simple", pero de algún modo sigue apareciendo en los libros y manuales, y de indefinido tiene poco. O el "condicional", que en todo caso debería llamarse "condicionado". El también tiene un nombre más moderno que apenas se usa: "potencial", y creo que algunos otros posteriores. Y luego están las "pequeñas palabras", pronombres en acusativo o dativo, posesivos (como pronombres o adjetivos), adjetivos determinativos o calificativos, perífrasis verbales y toda una multitud de cosas que serían más felices con un nombre más "didáctico" que las hiciera quizá utilizables por los los alumnos y profesores en las clases.

6.2.06

En la piel de la lengua

Cuando se conoce bien una lengua, se la escucha en cierto modo sin oirla. El contenido se superpone de tal modo al "continente", que muy pocas veces nos llaman la atención los "envoltorios" de los mensajes que mandamos o recibimos. Nuestra apreciación de lo que suena bien o mal la hacemos desde dentro, desde la aceptación de que el sistema es como es, que los elementos son los que son, y con eso cada idioma llega todo lo lejos que puede, muchas veces haciéndonos incluso tocar el cielo.
Cuando desconocemos una lengua y estamos expuestos a escucharla un tiempo prolongado, el fenómeno es distinto. Lo que nos llega es el sonido puro y duro, sin ninguna connotación de significado.
Este es el momento de las "caricaturas" de los idiomas, del "subanestrujenbajen" y demás, pero cuando se sigue escuchando llegan otros momentos, y el lenguaje nos habla sin "hablar" y nos acaricia la oreja de una forma en la que ya nunca más lo hará cuando, poco a poco, vayamos entrando en ella y entendiendo sus reglas, su sistema y sus significados.
Cuando se conoce bien una lengua y se la enseñamos a quien no la conoce, uno pasa por fases de "extrañamiento". Las palabras que antes usaba como si tal cosa, se le presentan a veces como con peso, o fuera de lugar, o incómodas o malsonantes. Lo que era como una brisa, de repente se hace sólido y te entra en un ojo, o se te cae delante y tropiezas.
Llega a veces el momento en que hay que recoger velas, plantarse y abrazarse a esa lengua que era la tuya, y buscar reconciliación.
Y llega, a veces, y se te revela en lo más simple, en una tontería que allí estuvo siempre pero que parece insólito de pronto, como un regalito que nos hubiera guardado todo el tiempo para esos momentos de pérdida... casi maternal esta lengua materna.

3.2.06

Puertitas al español

Uno normalmente se olvida de cómo fueron sus primeros pasos al aprender un idioma, sobre todo cuando pasa un tiempo considerable. Los que no se olvidan son los profesores, porque ellos tienen que abrir las puertas, que casi siempre son las mismas y no siempre lo bastante holgadas para entrar desahogado y con la cabeza alta.
Al aprender español, se presenta uno, y tiene que hacerlo con un verbo reflexivo o uno irregular, que no sé qué es peor.
Después normalmente, dependiendo de los métodos, te enseñan a hacer y a responder a la pregunta: "¿Qué es esto?", por supuesto presentando el verbo "ser" como una cosa sencilla y libre de problemas, lo cual en ese contexto suele funcionar. No sucede lo mismo con "esto", que como es normal para cualquier hispano, necesita enseguida de sus hermanos "eso" y "aquello", cuando no de sus "primos sexuados" "ese, esta", etc.
Una vez que, eliminados todos los peligros contextuales y comunicativos que pudieran hacer peligrar el experimento, aprendemos que esto que está cerca nuestro es un autobús, un libro o una mesa, nos enseñan a preguntar y responder a la pregunta "¿Qué hay en...?"
Lo hacen de buena fe, con ayuda de nuestra superpreposición "en", que concilia lo de encima con lo de dentro y otras cosas más, para no tener que pensar mucho, y con un verbo defectivo para no tener que conjugar: "hay". Pero ¡ay! en esta puerta hay que agachar la cabeza, y extremar las precauciones para no necesitar al primo "estar", que acecha detrás de cada artículo determinado o posesivo, que seguramente nos han presentado en la clase anterior.
Llegados a este punto somos capaces de decir que esto es una mesa y que en la mesa hay un libro.
Tras un par de vocablos extra acerca de la cerveza, la paella y el vino tinto, no queda más remedio que empezar a conjugar, y animo a cualquier hispano a que diga espontáneamente diez verbos usuales y de la lista descuente los irregulares y los pronominales, a ver qué queda.
A pesar de esta visión un poco malvada del asunto, el español es un idioma que "se deja" bastante más que otros. Habría que escuchar diversos testimonios de estudiantes en diversos contextos para sacar conclusiones. La mía de momento es que los principios no son fáciles, al menos en un país no hispanohablante, y una prueba sea quizá que a la mayoría de los profesores no le gustan los principiantes.
A lo mejor es aquí donde hay uno de los mayores retos.

31.1.06

Artículos y otros trastos

Me ha llamado varias veces la atención cómo algunos turcos que aprenden el alemán como segunda lengua, se las arreglan para evitar los artículos. Está claro que es una tarea imposible, no se puede hablar en alemán sin artículos igual que no se puede en español y en otros idiomas, pero sin embargo algunos ( quizá debería decir "algunas", porque es en mujeres en quienes lo he notado) consiguen de alguna manera, que no "suene" mal, que parezca incluso correcto. Claro que mis oídos no son los de un alemán, y quizás en español no sería tan "tolerante", pero aunque parezca raro he tenido realmente esa sensación.
Yo creo que tiene que ver con que en turco no existan los artículos, porque los españoles que estudiamos alemán no conseguimos este efecto. Al menos yo no lo he notado, y es que para nosotros son "necesarios". Nosotros nos equivocamos continuamente de artículo, pero no los evitamos. El cuerpo nos pide un artículo ahí, donde hay que ponerlo, y no tenemos la "naturalidad" suficiente para esquivarlos.
Y se me ocurre que si existen, aunque sean tan escasas y subjetivas, esas ocasiones en las que sin artículo "suena bien", entonces ¿por qué no en todas? Por supuesto que los idiomas son como son, pero sólo hasta que dejan de serlo. Ya sé que hay ladrillos que no se pueden quitar sin que se tambalee la casa, pero en cierto modo me molesta por ejemplo, que en otras "regiones" del idioma las normas cambien y se simplifiquen (como en el subjuntivo), y en cambio los artículos sigan ahí inamovibles, como si fueran los pilares de la lengua.
"Artículo" es casi sinónimo de "accesorio", y por tanto de "prescindible", y si le quitamos la función de decir qué sexo tienen las cosas y la de indicación de cantidad ( un/ una = 1 y unos/ unas = varios, algunos...) queda sólo la función determinativa, para la cual podría inventarse algún método más elegante y utilizar más el sustantivo sin artículo, dejarlo desnudo, que es en el fondo lo que más nos cuesta. Utilizar la "opción cero", prescindir del trasto, del cachivache, del chirimbolo, del tiliche. Pero claro, así vivimos en el fondo. Rodeados de ellos.

28.1.06

Libre del contexto

Deben existir miles de criterios de clasificación de las lenguas. Una vez vi uno en una revista en el que varios idiomas estaban ordenados según su mayor o menor "dependencia" del contexto. Esto más o menos quiere decir que en qué medida el receptor del mensaje entiende el contenido de la comunicación, cuando no está en el mismo contexto que el emisor, por ejemplo cuando no se ven, o cuando no se conocen de antes, o carecen de información adicional... Es decir, cuando las puras palabras son las únicas herramientas. No recuerdo la clasificación, sólo que el alemán se llevaba la palma, y el español y el inglés quedaban como más dependientes de "todo eso que rodea al lenguaje", que supongo que somos, ni más ni menos que nosotros con nuestra ironía, dobles sentidos, sobreentendidos, provocaciones, rodeos, figuraciones, protocolos, sentido del humor y qué se yo qué más. La revista no era científica, simplemente pretendía mejorar el nivel de inglés de los que "ya saben", y el ejemplo era más o menos:
Si es usted secretaria y un cliente inglés le dice que tiene un pequeño problema, no le interprete literalmente. Procure atenderle lo antes posible o se buscará un lío con su jefe.
Y yo me pregunto si será verdad, si realmente uno puede aprender alemán con la garantía de que lo que escucha es lo que entiende, si lo que entiende es lo que se dice y viceversa, porque entonces a lo mejor hasta valdría la pena el valle de lágrimas... Me imagino cómo será vivir en ese mundo sin la "gravedad contextual", hecho de relaciones "uno a uno" entre las palabras emitidas y los conceptos que en el receptor despiertan.
Pero también me imagino subiendo en ese globo hacia regiones etéreas y me pregunto si habrá un camino de vuelta.

26.1.06

Mi nombre es Bond...

Extrañãrse de la propia lengua es verla desde fuera, y verla desde fuera es verla desde dentro de otra.
Eso significa a veces en la práctica, que buscamos y no encontramos en nuestra propia lengua lo que hemos aprendido a decir en otra, y también que nos vamos familiarizando con las expresiones de la ajena, y se van introduciendo en la propia en forma de traducciones más o menos literales que en absoluto existen en el contexto original, pero que acaban por sonarnos bien e incluso por sernos "necesarias". Supongo que en el fondo en eso consiste el "Sprachkontakt", ese roce entre idiomas, ese intercambio transformador del que está llena la historia de las lenguas, y que nos ha llevado a donde estamos. O sea, que no debería suponer un problema.
Sin embargo lo es en cierto modo cuando uno enseña la lengua (el idioma). A uno le gustaría que de su boca fluyesen las palabras en un español sólido, limpio, incuestionablemente español, aun sabiendo que eso no existe, pero bueno, por lo menos español de mi país, de mi ciudad, de mi barrio...
algo coherente en si mismo, autosuficiente para explicar el mundo, las cosas. Pero uno no puede enseñar el todo, sino como mucho las partes, y cuando expones las partes, la gente se sirve y las utiliza a su modo, lo normal.
Yo nunca me he presentado en español como lo hace James Bond. Ni en las ocasiones más formales, pero eso no significa que esté mal. De hecho ya me voy acostumbrando a oírlo, ya no me suena tan raro. Aquí hay, creo, yo una gran diferencia entre enseñar un idioma en el país donde se habla, o fuera de él. Quizá sea en el fondo la forma más adecuada, porque yo no soy mi nombre, más bien mi nombre es "mi nombre". Y yo no me llamo casi nunca a mi mismo, con la dificultad que conlleva explicar cómo funciona un verbo reflexivo. Y a pesar de la lógica, me sigo rebelando. Simplemente no me sale, no me lo creo, pero tampoco lo descalifico, y lo observo más bien como una cualidad del idioma de adaptarse a otros sin romper sus propias normas, que no está nada mal. Como contrapartida, desearía de mi idioma que tuviera un par de "puertas" de acceso más sencillas que las que tiene, pero esto ya es otro tema.

24.1.06

El aspecto del verbo

El indefinido es la acción, el imperfecto es el retardo.
El indefinido es un río, el imperfecto es un lago.
El indefinido es el claroscuro, el imperfecto el esfumado.
El indefinido es el motor, el imperfecto el paisaje.
El indefinido te empuja, el imperfecto te abraza.
El indefinido cuenta, el imperfecto evoca.
El indefinido son los hechos, el imperfecto los sueños.
El imperfecto recicla, el indefinido desecha.
El indefinido aprueba, el imperfecto suspende.
El indefinido informa, el imperfecto adorna.
El indefinido es estrecho, en el imperfecto hay sitio.
El indefinido delimita, el imperfecto desenfoca.
El indefinido es frío, el imperfecto calienta.
El indefinido avanza, el imperfecto se va quedando.
El indefinido es un tobogán, el imperfecto un tiovivo.
El indefinido olvida, el imperfecto recuerda.
El indefinido nada, el imperfecto bucea.
El indefinido suena, el imperfecto resuena.

El imperfecto es indefinido, el indefinido, no.

19.1.06

Se pronuncia como se escribe.

"Die Spanier haben schlechte Karten", los españoles tienen "malas cartas", nos decía el profesor de alemán a mí y a otros compadres en clase, mientras explicaba algunas Delikatessen de la fonética alemana. Claro, estábamos allí para aprender, teníamos que hacerlo. Además vivíamos ya en Alemania, es decir que no había vuelta atrás. ¡Qué distinto lo pintaban en la "Guía de conversación español/alemán Yale", de 191 páginas! "El libro que recomendará´a sus amigos"... En la introducción se puede leer:

"Nada más fácil para un hispanohablante que aprender la pronunciación figurada de la lengua alemana. Para darse una idea de hasta qué punto es fácil, bastará decir que en alemán, al igual que en español, cada signo o fonograma se corresponde generalmente con un sólo sonido o fonema."

El autor (que por cierto no figura) utiliza dos expresiones de modo "poco noble". Una es "al igual que en español", que así leído deprisa, puede hacer creer a algún incauto que los idiomas se parecen, es más, que son prácticamente "la misma sopa" como dicen los alemanes. Pero no, se trata de que en ambos idiomas se da el fenómeno de que los signos escritos tienen una correspondencia fija con los sonidos que representan. Seguramente el mensaje oculto es "el alemán no es como el inglés, no se preocupe usted, que esto sí que podrá llegar a pronunciarlo".
El segundo truco está en "generalmente". Los que hayan pasado por esto, sabrán apreciar el valor real de este "generalmente".
En fin, el librito continua hablando de la pronunciación y valdría la pena citarlo al completo, pero sólo voy a incluir aquí la calificación que hace de los símbolos que en fonética se utilizan para diferenciar los sonidos:

"Tales símbolos sólo sirven para complicar lo que tratan de aclarar y su utilidad práctica es casi nula, pues hay fonemas alemanes, pocos, es cierto, sin equivalente castellano".

A mí esto me recuerda a Alejandro Magno deshaciendo el nudo gordiano.
Pero volviendo a las "malas cartas" que nos han tocado a los hispanohablantes, eso es algo que me planteo casi cada día, y seguramente lo que es más extraño para los extranjeros, es la "flexibilidad" del español en cuanto a pronunciación. El "juego" que existe en ese espacio entre sonidos vecinos y que cada uno estira o encoge según su humor o su acento, y que aún así nos permite entendernos (p.e. el tema de la 'b' y la 'v', la 's', 'c' y 'z', etc.).
El trabajo que cuesta introducir en la pronunciación estos nuevos límites depende de cada uno. Yo todavía estoy intentando que en las ventanillas, los funcionarios escriban mi nombre con 'p' en vez de con 'b' por ejemplo. Y lo curioso es que a los alemanes, que en principio tienen que "reducir" el repertorio, es decir, "olvidar" muchos matices que para ellos son importantes, también les resulta difícil. Es decir, que tanto introducir elementos como prescindir de ellos es una tarea casi igual de complicada, y esto se hace patente aún más en el aprendizaje de la gramática.

13.1.06

Las cosas en su sitio

A vueltas con el tema de lo que es obligatorio o "facultativo", porque uno no sabe cuándo entiende las cosas exactamente, o exactamente al revés. Y además, esta vez en "defensa" del español, ante la primera reacción (mueca) de los alumnos cuando practicamos el consabido "¿qué hay en...?".
Visto desde otros idiomas, el uso en español de la preposición "en" parece inexacto o "primitivo", porque expresamos con una sola lo que en otros idiomas se expresa con dos o más preposiciones. Muchas veces identificamos lo primitivo con lo simple, lo difícil con lo complicado, o simplemente, lo primitivo con lo negativo.
Yo creo que es un error crear una equivalencia entre "en" con "in" o "on" en inglés o con "in", "an", "auf" etc. en alemán. No es que haya menos posibilidades en español, sino una más, que es la de "en" como "locativo". Esta función relaciona una cosa con el lugar donde se encuentra, y facilita mucho la comunicación, porque para expresar más detalladamente esta relación entre "cosa y lugar", hay otras preposiciones y locuciones adverbiales.Seguramente me equivoque de cabo a rabo desde el punto de vista científico, pero desde el del usuario creo que es así, y en la clase también funciona.
Se parece (de nuevo opinión subjetiva) al locativo en turco:

kutu caja
kutuda en la caja
kutunun içinde dentro de la caja

Yo tiendo los puentes, supongo, con la esperanza de aprender algún día...

En resumen, a mí esto me parece un ejemplo de "facultativo". Existe la posibilidad de expresar algo con detalle, o de un modo más simple cuando es suficiente para la comunicación, y el aprendiz puede elegir el camino simple y expresarse correctamente. Reflexionen los alemanes sobre su sistema de describir la relación de las cosas con sus sitios ( altamente detallado, eso sí), y sobre si se nos abre a los aprendices algún camino para escapar de la múltiple elección de preposiciones o de la declinación, que a veces también viene a "detallar" en estos casos.

12.1.06

"¿Qué es más macho, "piña" o "autobús"?"

A muchos les parece raro que haya idiomas sin género gramatical, es decir sin las categorías "masculino", "femenino"y "neutro". "¿Cómo puede funcionar la comunicación si no conocemos el género de la cosa de la que hablamos?", podría preguntarse uno, o como de hecho he escuchado varias veces:"¿çómo lo hacen entonces?". A mí me dan ganas de preguntar: "¿Cómo hacen el qué?" para evitar malentendidos.
En español, todos los seres pertenecen a la categoría femenina o a la masculina. A mí esto siempre me pareció normal hasta que me encontré con dos idiomas nuevos para mí: uno con tres géneros y otro sin ninguno.
Todo el mundo sabe que cada idioma tiene, digamos, su "especialidad". Es decir que algunos se ocupan más detalladamente de ciertos aspectos de la vida que en otros idiomas se expresan de forma mucho más reducida. Si lo vemos positivamente, estas nuevas perspectivas enriquecen mucho al que estudia un nuevo idioma.
El problema es que aprender un idioma cuesta mucho tiempo y trabajo, y no siempre se tiene un espíritu positivo. A mí a veces me da por criticar, y me pregunto a dónde lleva ese afán por determinar el género de los seres, especialmente el de las cosas.
Cualquiera que empiece a estudiar alemán, tropieza desde el primer día con este obtáculo. Si su idioma es el español, encuentra que muchas cosas que eran femeninas o masculinas ya no lo son. Y no sólo es un cambio de masculino a femenino o viceversa, sino que aparece una tercera posibilidad: ¡neutro!.
Para mí, no se trata sólo de un problema de cantidad de información. Yo puedo aceptar este lujo de detalles como algo "curioso" del idioma, pero la diversión se termina cuando esta información determina la posibilidad de expresarse correctamente, es decir: hablar correctamente en alemán sin conocer el género de las palabras es poco menos que imposible.
Esto me enfada mucho a veces, pero como soy bastante autocrítico, pienso en mi propio idioma y veo que sólo es un "poquito mejor". Para el español las cosas son masculinas o femeninas. El neutro sólo se usa para lo indeterminado, general o abstracto, "separado" de los seres. Con todo, el grado de "sorpresa" del español al descubrir que el alemán tiene realmente un género más, resulta ridículo al compararlo con el de un turco, para el que (idiomáticamente al menos) una mesa o una silla nunca han tenido connotaciones sexuales. Me pregunto si alguno modificará por esta razón su conducta al sentarse, o al comer o escribir, por ejemplo.
Y desde hace un tiempito, ya no tengo tan claro si el autobús es más macho que la piña o al revés... se admiten apuestas.

( para más información sobre la sublimación, transfiguración o simple contagio de los sexos, lean el espléndido comentario de Gonzalo, que es un post en sí mismo y mucho más...)

11.1.06

Dichos populares (por la boca muere el pez)

Los españoles cuando no entienden algo dicen que les suena a chino.
En cambio los alemanes, en la misma situación, dicen que les suena a español.
Ya se sabe que, en general, los españoles no son los mejor dotados del planeta para las lenguas, y sin embargo, estos dichos populares nos revelan que tienen un horizonte un poco más amplio y que la frontera de lo ininteligible les queda algo más lejos.
Si el alemán considera el español como paradigma de"lo extraño", ¿en qué lugar del ranking queda el chino?

p.d. Hoy me he enterado de que a los ingleses les suena todo a griego...

10.1.06

Facultativo u obligatorio

Hoy he leído en un libro de lingüística del español algo que seguramente es de cajón para cualquier entendido, pero que para mí ha sido una pequeña gran revelación, y es, que los idiomas no se diferencian básicamente en lo que pueden expresar, sino en lo que "tienen que expresar". Es decir, que lo que por un lado son posibilidades expresivas del idioma, son por el otro "imposiciones". O sea, que yo puedo por ejemplo considerar que el español es más "fino" que otros idiomas en cuanto al verbo "ser", porque ve, digamos, "dos colores" donde los demás sólo ven uno. Pero esto significa para el aprendiz la necesidad de elegir continuamente entre dos opciones y de hacerlo bien si quiere ser entendido. Y que es en estas "jaulas de oro" donde los idiomas se dejan realmente clasificar, analizar, explicar, diferenciar...
Buen punto de partida para la reflexión, creo yo.

9.1.06

Überbezeichnung

Como por algún sitio hay que empezar, el otro día me envió mi cuñada este e-mail, con unas citas de Mark Twain hablando del idioma alemán. A mí me da qué pensar en varias direcciones. Lo he traducido con mis escasas dotes y he cambiado "alemán" por "español", para ver qué pasa:

"Ein Deutscher nennt einen Bewohner Englands einen Engländer. Zur Änderung des Geschlechts fügt er ein '-in' an und bezeichnet die weibliche Einwohnerin desselben Landes als Engländerin. Damit scheint sie ausreichend beschrieben, aber für einen Deutschen ist es noch nicht exakt genug, also stellt er dem Wort einen Artikel voran, der anzeigt, dass das nun folgende Geschöpf weiblich ist, und schreibt: 'Die Engländerin'. Meiner Ansicht nach ist diese Person überbezeichnet (Mark Twain 1997, S. 536)."

Un español llama "inglés" a un habitante de Inglaterra. Para cambiar el género añade una "-a" y denomina "inglesa" a una habitante del mismo país. Con esto parece estar suficientemente descrita, pero para un español esto no es suficiente, así que le pone delante un artículo que indica que lo que sigue es un ser femenino, y escribe "la inglesa". Según mi opinión, esta indicación es redundante.

Mi primera reacción fue: tiene razón. La segunda fue, que un español no utiliza ese "la" con ánimo de designar el género de la habitante de Inglaterra, sino para darle un grado de determinación superior a "una inglesa" o "cualquier inglesa" por ejemplo.
El problema de la redundancia surge por "efecto secundario", porque si yo quiero determinar algo con un artículo determinado, resulta (vaya por dios) que estos tienen género.
Y a fin de cuentas el problema está ahí. Hay un exceso de información. Una redundancia a la que estamos acostumbrados. Y la pregunta de salida que se me ocurre es:

¿Para qué sirven los artículos?

8.1.06

Autobienvenida

Un espacio para extrañarse de la propia lengua y encariñarse de la ajena.
Este blog trata más bien de reflexiones sobre el idioma español, provocadas por experiencias vividas en las clases con mis alumnos o durante el resto del tiempo, con otras personas y conmigo mismo.
No aspira a ser "didáctico" de momento, porque ya hay mucho material disponible en la red, aunque no descarto la posibilidad, y además, uno no aprende sólo con ejercicios.
Empieza siendo casi un simple "diario" (sin regularidad) de ocurrencias en torno a la vivencia del lenguaje, pero sin ánimo científico ni nada parecido. Digamos "reflexión sobre el lenguaje a nivel de usuario con inquietudes".
En principio espero que me sirva a mí, y después que sea de provecho a cualquier otro que lo visite.