6.2.06

En la piel de la lengua

Cuando se conoce bien una lengua, se la escucha en cierto modo sin oirla. El contenido se superpone de tal modo al "continente", que muy pocas veces nos llaman la atención los "envoltorios" de los mensajes que mandamos o recibimos. Nuestra apreciación de lo que suena bien o mal la hacemos desde dentro, desde la aceptación de que el sistema es como es, que los elementos son los que son, y con eso cada idioma llega todo lo lejos que puede, muchas veces haciéndonos incluso tocar el cielo.
Cuando desconocemos una lengua y estamos expuestos a escucharla un tiempo prolongado, el fenómeno es distinto. Lo que nos llega es el sonido puro y duro, sin ninguna connotación de significado.
Este es el momento de las "caricaturas" de los idiomas, del "subanestrujenbajen" y demás, pero cuando se sigue escuchando llegan otros momentos, y el lenguaje nos habla sin "hablar" y nos acaricia la oreja de una forma en la que ya nunca más lo hará cuando, poco a poco, vayamos entrando en ella y entendiendo sus reglas, su sistema y sus significados.
Cuando se conoce bien una lengua y se la enseñamos a quien no la conoce, uno pasa por fases de "extrañamiento". Las palabras que antes usaba como si tal cosa, se le presentan a veces como con peso, o fuera de lugar, o incómodas o malsonantes. Lo que era como una brisa, de repente se hace sólido y te entra en un ojo, o se te cae delante y tropiezas.
Llega a veces el momento en que hay que recoger velas, plantarse y abrazarse a esa lengua que era la tuya, y buscar reconciliación.
Y llega, a veces, y se te revela en lo más simple, en una tontería que allí estuvo siempre pero que parece insólito de pronto, como un regalito que nos hubiera guardado todo el tiempo para esos momentos de pérdida... casi maternal esta lengua materna.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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