27.11.08

Conceptos de bilingüismo

Dieciseis años, una guerra mundial y el océano Atlántico, entre muchas otras cosas, separan los dos siguientes textos que cito aquí a propósito del bilingüismo. Los dos hablan sobradamente por sí mismos:

"Bilingüismo significa inhibición y trastorno del desarrollo del niño. Sólo en la lengua materna puede la palabra ser una reconfortadora mano maternal o un látigo para el alma. Los niños bilingües se convierten en sordos de espíritu. Robarle el idioma a un pueblo no sólo significa robarle el alma, sino también la posibilidad de alcanzar una vida espiritual más desarrollada. El bilingüismo puede ser la peor de las plagas que haya azotado jamás a un pueblo."
Georg Schmidt-Rohr.1932. "Die Sprache als Bildnerin des Volkes" (Mi traducción).

"Envidiable destino: poseer un doble instrumento de captación de la vida y el universo, expresarse libre y gozosamente en dos idiomas de tan diversas estructuras y posibilidades de uso, aprovechar el rico acervo de dos tradiciones culturales antiquísimas y en muchos aspectos disímiles y contradictorias, pero ambas válidas como sistemas para la comprensión del hombre y la exploración del cosmos. J.M.Arguedas tuvo la fortuna de no tener que repudiar parte alguna del doble legado."
E.A. Westphalen. 1948."¿Una expresión genuinamente americana?"

Personalmente creo que el concepto actual de bilingüismo (a nivel popular) todavía padece de las categorías que manejaba Schmidt, y a la vez, se encuentra todavía bien lejos de la exaltación de Westphalen. El hombre está dotado por la naturaleza de la capacidad de ser multilingüe. Las limitaciones de esa capacidad se desconocen todavía; más bien parece que no hay que buscarlas en el individuo (niño) que aprende, sino en el individuo o la sociedad que "enseña". ¿Llegarán a ser capaces los individuos multilingües de disfrutar de esa privilegiada condición? ¿Seremos capaces alguna vez de "enseñar" sin inculcar ese "repudio" del que habla Westphalen?

6.10.08

Tonto el que lo lea














Por más viejo que fuera el chiste, ¡qué rabia daba el haber caído de nuevo! ¡Que sensación de impotencia, no ya de no poder echar mano al culpable, sino de no poder sustraerse a ese imán, a esa atracción irresistible, casi automática de leer, de descifrar cualquier mensaje escrito en cualquier lugar, como si de eso dependiera nuestra supervivencia! Muchas veces me cuesta pensar que la escritura se inventara para reflejar el lenguaje hablado, para fijarlo, robárselo al aire. Aunque quizá sí para robarlo, porque eso hacen en definitiva las letras con los sonidos. Lo que era una bandada de armónicos unida por el tiempo a otras bandadas vecinas que reflejaban tonos y cadencias, se clavó como una sombra negra y muda, como un agujero estrecho por el que no llega más que el eco de nuestra propia cabeza. Por suerte no falta quien de esos negros elementos haga auténticas maravillas de colores nunca vistos, pero esa ya es otra historia.
La historia de aquí es que las palabras escritas son casi siempre un velo entre el que aprende y la lengua que aprende, y que uno escucha lo que lee, y lo escucha como lo lee. Ventajas también tiene, por supuesto, porque cómo si no íbamos a retener nosotros, hombres sin memoria, tanta cantidad de vocablos, partículas, morfemas, cómo por dios bendito, sin cuaderno ni diccionario, sin el escalpelo estilográfico que nos dijera dónde acabó la pasada palabra, dónde empezó la nueva, no, eso no era palabra, era solo un pequeño tumor morfológico, debido a un exceso de conjugación aspectual producido por derivación. Y todo esto, porque el otro día se me olvidó el rotulador para la pizarra y era un grupo nuevo de principiantes de verdad del principio, desnudos de español, y les dije - me llamo David- y me dijeron- cómo se escribe- y yo contesté- cómo creéis que se escribe- y una me dijo- con "d"- pero no se refería a "David", sino a "llamo". Y al final le hablé de la "ll", y me costó hacerlo, porque sabía que, a partir de entonces, ya nunca más escucharía esa "d", que sólo interesa a los fonetistas en algunas ocasiones, porque si fuera uno a escribir todo lo que oye dónde iríamos a parar... y además la escritura fonética no existe, creo que ha escrito Derridá.

25.7.08

El cliché categórico

La didáctica de segundas lenguas ha dado ya bastantes vueltas desde que empezó como disciplina, y si se mira un poco en conjunto, da la sensación de que se hubiera movido en espiral, como si se hubiera ido dando cuenta, paso a paso, de que cada vez tenía que incorporar más elementos de la "vida", que no bastaba con la gramática, que tampoco se trataba de traducir lo extraño a palabras conocidas, ni de educar el cuerpo para que respondiera a estímulos lingüísticos, que no era suficiente con practicar en el gimnasio, que había que salir al campo a correr. Por otro lado, tampoco acababa de funcionar el tirarse de cabeza e intentar salir a flote con las propias fuerzas, que a fin de cuentas, no estaba mal tirarse con flotador. En nuestros tiempos el centro de gravedad de la didáctica de los idiomas está en la llamada "interculturalidad". No hay teórico ni estudiante que no haya utilizado la palabra en ponencias, trabajos y exámenes hasta casi gastarla. Todo el mundo habla de la capacidad intercultural, de atravesar barreras interculturales, de integración, de eliminación de clichés...
últimamente me he encontrado por la calle con algunos clichés, que vienen a recordarnos que es en ellos precisamente en los que basamos nuestro conocimiento del mundo. El primero (foto de arriba) me saltó a la cara casi desde el principio, después de unos primeros instantes de perderme en los aspectos formales (la disección de los carteles publicitarios se ha convertido en una de mis ocupaciones principales como peatón carente de móvil y de mp3), y me sobrecogió el modo en que se vale de los clichés para conseguir su objetivo, aparentemente orientado a una buena causa. El texto dice "Japón sigue cazando". No voy a juzgar el contenido, porque ocuparía mucho sitio, pero basta con mirarlo para ver lo que se puede conseguir sabiendo mezclar un par de ingredientes sacados de nuestra despensa de clichés.


No sólo se acude a los clichés "desde fuera", a los clichés de otros, sino que continuamente acudimos a los nuestros propios, para hacernos notar, para que nos recuerden, para que nos compren... Seguramente expertos en clichés, tanto alemanes como españoles, trabajaron en equipo para llegar al resultado de la segunda foto. Las imágenes son importantes, pero mucho más las palabras en este caso. Es algo fascinante ver cómo las palabras del español se van filtrando en un idioma como el alemán. No sería difícil hacer una lista de las palabras españolas favoritas, y apostaría lo que fuera a que las tres del anuncio ocuparían junto con "playa" las primeras posiciones. El cliente se sirve de lo que el camarero le ofrece. Es absurdo abanderarse contra los clichés y predicarle a los alumnos que, por ejemplo, España es algo más que toros, paella y liga de las estrellas, mientras en las pantallas del estadio aparecen Manolo y su banda con la boina, las camisetas del Soberano y bebiendo de la bota por turnos. El cliché es una zona de contacto, es como el "interface" intercultural, no hay que tenerle manía, sino más bien atravesarlo y llegar más adentro, a no ser que tengamos miedo de no encontrar nada detrás.








9.4.08

Nostalgia de la hipótesis

Sería fantástico que cuando nos ponemos a aprender un segundo idioma pudiéramos recuperar de alguna forma algo de aquellos días en que las puertas del jardín de la gramática primigenia aún estaban abiertas, y nos paseábamos por allí tranquilamente, admirando los racimos de principios y recogiendo las flores abiertas de los parámetros ya maduros. Todo esto mientras nos arrullaba el ritmo de la prosodia materna, al principio suavizado por el filtro de la carne y después más estridente, pero con
la ventaja de escuchar viendo, de hablar señalando, de hablar.