23.2.07

Falta de "tacto"

Uno de los muchos condicionantes del aprendizaje de un idioma puede ser el de estar más o menos "expuesto" durante el proceso de adquisición de dicha lengua a su forma "dialogizada". (Este palabro lo encontré leyendo a M. Bajtin, y lo utilizo a lo bruto, porque tiene un fondo al que yo no llego, pero que puede ser útil aquí).
El diálogo falta en la clase de idioma, porque para dialogar hacen falta al menos dos personas en condiciones de hacerlo. A veces he pensado si sería una solución que hubiera dos profesores, o dos hablantes nativos en el grupo, porque esto proporcionaría a los aprendices una experiencia "real" de diálogo, es decir, que escucharían el idioma que estudian "dialogizado". Creo que no es descabellado decir que en las clases no hay diálogo, ni siquiera en las clases de conversación. Las "conversaciones" en clase son normalmente "monólogos" sucesivos, debido por una parte a las limitaciones de los alumnos y, por otra, a las limitaciones del contexto, que anulan la "necesidad" real de las palabras, la conexión con la vida, con una motivación. Esto no es una crítica, sino una sensación que se me repite en el contexto familiar, cuando observo los progresos de mis hijos en el aprendizaje del español en comparación con sus otros idiomas.
A veces pienso que les falta la experiencia del diálogo (yo soy, por desgracia, casi su único "Sprechpartner", su único compañero conversacional en español), del diálogo externo a ellos, de escuchar cómo se interrelacionan realmente las palabras en un diálogo real, cómo chocan, se entrecruzan, se sobreentienden o se erosionan. Es algo así como la imposibilidad de "tocarse" con las palabras. En los "pseudodiálogos" los hablantes no se tocan verbalmente, permanecen "ilesos". Quizá tenga que ver con la dificultad en general de "tocar" las cosas con las palabras de un idioma que no es el materno, donde cosa y palabra son casi lo mismo.