23.3.09

Desaprendiendo a escribir











Una de las principales dificultades con la que los niños se encuentran, es que tienen que aprender aquello que se les enseña. El conjunto de conceptos, métodos y educadores al que se ven expuestos es extremadamente rígido, carece casi por completo de capacidad de reacción e improvisación y, lo que es peor, es insensible a un alto porcentaje del trabajo que los niños en realidad realizan (que realizan incluso con éxito).
El terreno del lenguaje es prolífico en ejemplos, y además especialmente dramático, porque un niño clasificado como problemático en cuanto a su aprendizaje de la lengua tiende a ser considerado como retrasado en todas las facetas de su desarrollo. Este problema tiene “doble fondo”; no sólo las dificultades en el lenguaje nos impiden ver otras cualidades en el niño, sino que estas mismas dificultades son a menudo aparentes, o al menos, relativas. Hace unos días hice este dibujo y se lo di a S., una niña de 7 años, para que escribiera los nombres de las cosas representadas en él. S. es de origen macedonio y está “catalogada” como retrasada en su aprendizaje del alemán, como tantos otros niños con “trasfondo inmigratorio”. De las 37 palabras escritas sólo 17 son ortográficamente correctas. En la siguiente lista están algunas de las palabras con su correspondientes versiones “correctas” a la derecha:

himel / Himmel
Rise / Riese
fogel / Vogel
Flukzeuk / Flugzeug
brüke / Brücke
se / See
Ku / Kuh
Schtok / Stock
Schtat / Stadt
Pfert / Pferd
Kaze / Katze

Cualquiera que esté un poco familiarizado con fonética o fonología, se da cuenta en seguida, creo yo, de que las de la columna izquierda se acercan más a una transcripción fonética, son más consecuentes con la lengua hablada. Es decir, no les estamos pidiendo a los niños simplemente que aprendan a escribir, sino que lo hagan según nuestro sistema, que muchas veces es menos “lógico” que el suyo. Me da la impresión de que les esperamos de este lado de nuestras convenciones, sin tenderles siquiera la mano. Este problema no se da únicamente en el nivel de la fonética y la ortografía, sino de la sintaxis, semántica, etc., por mencionar sólo ámbitos del campo del lenguaje. Relativizar el valor “absoluto” de los sistemas adultos, hacerse sensible al alto grado de aleatoriedad que tienen, puede ayudar a hacer la “iniciación” menos traumática. También un esfuerzo por aprender algo de los otros sistemas implicados en el contexto de los niños (en este caso otras gramáticas, otras culturas) ayudaría en gran medida. Para mí es ése el primer paso hacia la adquisición de la tan cacareada competencia intercultural, algo que muchos asumen como tarea de cualquiera menos de ellos mismos.


Angel me ha mandado un link que me ha parecido bien poner aquí. Se trata de un post de Paula Carbonell sobre la dislexia.

18.3.09

Idiomas extraños

Los carteles siguen siendo fuente inagotable de inspiración para la reflexión (meta)lingüística. Desde hace unos días, la editora de material didáctico Pons ocupa los espacios publicitarios y muestra cómo los conceptos elaborados en los círculos especializados, o académicos o como se quieran llamar, van llegando al gran público. Esta vez se trata de la famosa “interculturalidad”, que ocupa ya desde hace varios años las páginas curriculares y enfoca el problema del aprendizaje de idiomas no sólo desde la perspectiva gramatical, comunicativa, etc., sino también desde la cultural. Me imagino que se trata de esto al ver el eslogan del anuncio, aunque no he visto todavía los contenidos de los métodos. Me llamó la atención sobre todo porque al término Fremdsprache, que es la palabra alemana que nombra otros idiomas que no sean el materno, le han tachado el adjetivo fremd, que tiene varias acepciones, entre otras: forastero, foráneo, extranjero, exótico, extraño e insólito. Esta asociación de lo extranjero con lo extraño y las connotaciones de cada término fue lo que motivó el título de este blog, y concretamente lo “extraño” de la lengua es algo que a mí no ha dejado de acompañarme desde que me ocupo del tema. No sólo el alemán como segunda lengua se mantiene extraño cuanto más lo conozco y mejor lo hablo, sino que mi propio idioma se me enajena, sometido a una especie de “deconstrucción”, debido seguramente al examen continuo y a otros factores de erosión a los que lo someto diariamente. Pero este proceso, que para algunas personas que conozco tiene un carácter negativo, para mí no lo es en absoluto, sino que tiene un sabor seguramente parecido al que debe de tener la libertad en alguna de sus facetas. Y es ahora, en medio de esa reivindicación personal de la extrañeza, que me lo tachan. Seguramente con la mejor de las intenciones, con la de superar barreras y prejuicios, el concepto de lo otro... aunque sigamos llevando sombrero de paja, camisas de flores y la cámara colgada al cuello.