20.3.06

Pequeños dolores

Esa "cosificación" del idioma que es a veces resultado del análisis, del mirar desde fuera o como se quiera, hace que aparezca en mi percepción del español un cierto "ruido" que antes no escuchaba, y no creo que sea totalmente paranoica la apreciación, porque a veces he recibido de los alumnos comentarios parecidos. No todos los "ruidos" son iguales, claro. Algunos son seguramente exagerados y provocados por el roce continuo y un poco antinatural que uno tiene con el idioma por tener que explicarlo a otros a menudo, y que me lleva a encariñarme o enemistarme tontamente con determinados tiempos verbales, preposiciones, conjunciones y cosas así. Pero aparte de eso, para oídos inocentes no es raro tener a veces la impresión de que el español es una sucesión de "ques" con palabras en medio, o que a todos los verbos les ha salido un grano en forma de pronombre, por ejemplo. Estas son dos de las cosas que cada vez me parecen menos elegantes del español.
Nuestra pasión por el "que" llega a veces a convertirlo en el elemento conductor del discurso en nuestro habla coloquial, y esa necesidad continua de pronominalizar los verbos hace que apenas podamos leer dos líneas sin tropezarnos con uno o varios "se" o sus otros compinches. ¿Que uno puede acostumbrarse? Pues sí. A todo se acostumbra uno. ¿Que todos los idiomas tienen sus defectillos? Seguro, pero unos más que otros y cada uno en un sitio diferente. ¿Que para qué lamentarse por lo que no puede cambiar? Eso sí que duele.

16.3.06

Nieve

La nieve cubrió completamente las calles, incluso la calzada. Se fue formando una capa más o menos sólida con la nieve aplastada sobre la que circulábamos tanto los vehículos como las personas. Como esto resulta bastante peligroso, poco a poco fueron dibujándose en el blanco estrechos caminos que iban escarbando los funcionarios o los mismos vecinos. Caminos estrechos y "básicos", porque se trata de ofrecer unos "servicios mínimos" y de que la gente no se descalabre. Y andando por estos caminillos que todos nos apresuramos a utilizar, me preguntaba yo que a cuántos otros caminos alternativos estaba renunciando cada uno de los peatones del barrio. Yo echaba de menos varios tramos para mí habituales, y no sabía si achacarlo al puro azar o a que yo tengo un concepto un poco extraviado de la economía de los pasos. Y también se me presentaba todo el asunto como una metáfora simplona pero acertada de cómo aprende uno una lengua extraña, y me preguntaba cómo llevo yo a los alumnos por los caminos del habla, especialmente en esos días nevados que son más bien largos meses, si son realmente caminos económicos los que les preparo, dando paletadas cargadas de palabras "superfluas", "inoportunas", "irregulares", "innecesarias" etc. si es que las hay. Hoy hablaba con un compañero de trabajo de los efectos secundarios de ser profesor de idiomas, y entre muchas cosas, me contaba cómo disfruta cuando, leyendo buena literatura en su lengua materna, encuentra palabras que había olvidado que existían, y pensaba yo que seguramente en uno de esos golpes selectivos de pala habrían quedado apartadas del camino. Y sigue nevando. Sobre mí, sobre la pala, sobre el camino.

5.3.06

Sujeto-complementos-verbo

En estas vacaciones en Madrid me propuse aguzar el oído para, después de una pausa de muchos meses, dejarme sorprender por mi propio idioma y en lo posible descubrir cosas nuevas. Al final pudo más lo emocional que lo científico, pero sí que tuve un par de momentos que me plantearon nuevas preguntas, como por ejemplo, la fama que tienen los españoles de abandonar las frases a la mitad, o en todo caso incompletas.
Debe haber una razón para que me fijara en esto y no en otros tópicos, como "los españoles hablan muy deprisa", o "se comen el final de las palabras", etc. Lo de la velocidad no lo niego, pero sigo creyendo que en cualquier idioma se habla igual de rápido cuando se presta la ocasión, y que en los idiomas que conozco todo el mundo se come letras, terminaciones y principios de palabras (exceptuando quizá el turco en cierto sentido). Pero lo de dejar la frase a medias... en estos momentos no podría negar que fuera un vicio mucho más extendido en los hispanos que en otros.
Mi hija (de 3 años) ha mejorado notablemente su español en estas dos semanas, pero sigue teniendo una fuerte tendencia a colocar los verbos al final de la frase. Esto es bastante lógico si se piensa que en sus otros idiomas este orden de elementos es frecuente (alemán) o incluso la norma (turco), pero a mí me dio pie a pensar si la posibilidad de utilizar al principio de la frase los verbos, y al llevar estos muchas veces el "peso" comunicativo, no nos provoca esa pereza de no terminar, igual que nos apetece menos ver una película de la que ya conocemos el final. Tanto si hay en esto algo cierto o no, creo que esta preferencia por una estructura u otra, dice mucho de la psicología de los idiomas, y voy a dejar la puerta abierta, a ver si encuentro (o me dan) alguna nueva revelación al respecto.