11.11.06

La lengua del salvaje

Cuando digo salvaje me refiero, en esta ocasión, a Tarzán; el prototipo del salvaje y, quizá por eso, el más inverosímil de todos. Para poder contemplarle le equipamos con un mínimo taparrabos, que es algo así como un calzoncillo salvaje como él, y para poder entenderle, le dotamos de lenguaje, porque el que tenía sólo vale para las fieras. Ahora necesita un lenguaje de nuestra categoría pero reducido, como su propio atuendo.
No sé si el diseño de este lenguaje de Tarzán les llevó mucho tiempo a los guionistas de las películas, si se documentarían y consultarían a expertos en lingüística, o si fueron los mismos encargados del vestuario los que se ocuparon de confeccionarle al personaje un habla de emergencia con algunos jirones del idioma.
Yo nunca analicé exactamente los rasgos del lenguaje de Tarzán, y hace mucho tiempo que no veo las películas, pero ahora pienso a veces en cómo serán las versiones en los distintos idiomas en los que se ha doblado. En español yo diría que hay tres puntos fundamentales: Ausencia de conjugación, ausencia de artículos y omisión del verbo ser y estar.
Volví a pensar en ello hace una semana, cuando con un grupo de principiantes practicábamos el famoso experimento "¿Qué es esto?- esto es una mesa", y todos olvidaban sistemáticamente el verbo ser: "esto una mesa". No era la primera vez, sino que sucede casi en todos los casos, y los artículos corren una suerte parecida. Son olvidados continuamente, tanto por principiantes como por avanzados, igual que se olvidan de conjugar los verbos.
Entonces ¿somos salvajes cada vez que aprendemos un idioma? Si utilizar los artículos es un signo de "refinamiento" o "civilización", ¿por qué no nos acompaña la necesidad de usarlos cuando aprendemos uno nuevo? ¿Son los idiomas sin artículos menos civilizados?¿Por qué nos olvidamos del verbo ser en "esto mesa" si no cuesta nada decirlo?
A lo mejor es el salvaje que sigue acechando, y aprovecha nuestra inseguridad para desatarse, para evitar que le pongamos la ropa, para comerse los artículos y los verbos copulativos, para trepar por los edificios con las manos desnudas.

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