
últimamente me he encontrado por la calle con algunos clichés, que vienen a recordarnos que es en ellos precisamente en los que basamos nuestro conocimiento del mundo. El primero (foto de arriba) me saltó a la cara casi desde el principio, después de unos primeros instantes de perderme en los aspectos formales (la disección de los carteles publicitarios se ha convertido en una de mis ocupaciones principales como peatón carente de móvil y de mp3), y me sobrecogió el modo en que se vale de los clichés para conseguir su objetivo, aparentemente orientado a una buena causa. El texto dice "Japón sigue cazando". No voy a juzgar el contenido, porque ocuparía mucho sitio, pero basta con mirarlo para ver lo que se puede conseguir sabiendo mezclar un par de ingredientes sacados de nuestra despensa de clichés.

No sólo se acude a los clichés "desde fuera", a los clichés de otros, sino que continuamente acudimos a los nuestros propios, para hacernos notar, para que nos recuerden, para que nos compren... Seguramente expertos en clichés, tanto alemanes como españoles, trabajaron en equipo para llegar al resultado de la segunda foto. Las imágenes son importantes, pero mucho más las palabras en este caso. Es algo fascinante ver cómo las palabras del español se van filtrando en un idioma como el alemán. No sería difícil hacer una lista de las palabras españolas favoritas, y apostaría lo que fuera a que las tres del anuncio ocuparían junto con "playa" las primeras posiciones. El cliente se sirve de lo que el camarero le ofrece. Es absurdo abanderarse contra los clichés y predicarle a los alumnos que, por ejemplo, España es algo más que toros, paella y liga de las estrellas, mientras en las pantallas del estadio aparecen Manolo y su banda con la boina, las camisetas del Soberano y bebiendo de la bota por turnos. El cliché es una zona de contacto, es como el "interface" intercultural, no hay que tenerle manía, sino más bien atravesarlo y llegar más adentro, a no ser que tengamos miedo de no encontrar nada detrás.