5.6.06

Hablamos lo que somos

Nos vamos de viaje y llevamos en la maleta todo lo necesario para sentirnos como en casa. En la habitación del hotel no hay persianas, ¿cómo puede dormir aquí la gente con esta luz? Después de la ducha queremos usar el secador de pelo, pero la corriente es a 125 V. Hemos traído zapatos de verano, pero aquí no hay aceras y la calle es un barrizal. El paraguas no se puede usar porque hace mucho viento. No hay cobertura para el teléfono móvil... ¿es que aquí la gente no duerme, no se seca el pelo, van de barro hasta las rodillas, se calan bajo la lluvia, no se comunican?
No cabe duda, hay que replantearse la maleta, pero es la que tenemos, no hay otra. Hay que vivir con esta maleta incoherente, llena de cosas inútiles en el nuevo contexto. Los hay (los menos) que desde el primer día la cierran tal cual y la guardan en el fondo del armario. Los demás (la mayoría) luchan un tiempo más o menos largo por seguir utilizando de alguna forma sus chismes favoritos:
Cortan el cable del secador y se hacen una alargadera para la lámpara y poder así leer en la cama, utilizan el paraguas como sombrilla y no salen de casa sin el móvil, aunque sólo un milagro podría hacerlo sonar y lo saben, pero lo llevan.
Los niños no hacen la maleta, y si la hacen echan sus juguetes. Los juguetes siempre se pueden usar en casi cualquier sitio.
Nuestra dependencia de las cosas es pequeña en comparación con la de las palabras. Nuestras cosas, nuestras palabras.
Usar nuestro secador con 100 voltios de diferencia o usar el paraguas como sombrilla se llama "interferencia", y a veces funciona y a veces no. En la práctica funciona poco.
Cuando veo anuncios del tipo "aprenda idiomas sin esfuerzo y sin gramática, espontáneamente, como los niños" y cosas por el estilo, yo me pregunto cuántos alumnos son capaces de comportarse conscientemente como los niños, y sobre todo, qué hacen con la maleta.

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